La sutileza: arma contra la violencia

Metrónomos (2019) de Rafael Lozano-Hemmer es una pieza artística que se encuentra en el Museo Memoria y Tolerancia, y consiste en una instalación compuesta por ocho horcas invertidas que vibran conforme a las estadísticas anuales y mundiales de crímenes en contra de la humanidad. Las cuerdas se trenzaron sobre una varilla delgada de acero para que permanecieran en posición vertical y fueron montadas sobre una base de madera que contiene un pequeño motor y un circuito eléctrico que provoca que las sogas vibren de manera casi imperceptible.

Las ocho estadísticas que marca la pieza son asesinato, exterminio, desplazamiento forzado, desaparición forzada, esclavitud, tortura, violencia sexual y crímenes contra el medio ambiente. Eso significa que, si cada hora hay 51 asesinatos en el mundo, la soga se moverá este mismo número de veces en este mismo lapso de tiempo.




 Para analizar correctamente esta pieza, habría que situarla históricamente. Sabemos que la horca es un instrumento de ejecución, homicidio o suicidio que consta de un armazón de madera del que cuelga una cuerda con un nudo corredizo, que sirve para colgar a una persona del cuello. Es un acto en sí mismo violento, ya sea que la violencia se ejerza contra uno mismo o contra los demás.

Existen muchos artistas que han trabajado con la horca a lo largo de la historia del arte, como William Blake en su ilustración Un negro colgado vivo de las costillas a una horca (1796), que mostraba la violencia hacia los esclavos en Gran Bretaña, durante el segundo periodo de la Guerra Anglo-alemana; Pieter Brueghel el Viejo en su pintura La urraca sobre el cadalso (1568), en la que el cadalso u horca representa la amenaza de ejecución a aquéllos que predicaban la nueva doctrina protestante; o de David Teniers II en su pintura Brujería bajo la horca (s. XVII), en la cual la horca representa una de las formas en que mataban a las brujas. 


En todos estos casos, la horca es usada como una forma de asesinar “a personas inferiores o marginadas por la sociedad”, ya sea a un esclavo, a alguien perseguido por profesar alguna religión prohibida o a una bruja.


Metrónomos también tiene que ver con la historia del arte electrónico, y se puede relacionar con artistas como Daniel Rozin, conocido por  crear "espejos mecánicos", como Espejo de círculos (2005), que recrea la imagen del espectador sobre una estructura de aluminio, a partir de motores, un panel electrónico, una cámara de video y un ordenador; o Chico MacMurtrie con Sixteen birds (2006), que consiste en 16 pájaros prehistóricos robóticos que al detectar la presencia de personas, se inflan y se empiezan a mover, pero cuando los espectadores se acercan demasiado, los pájaros se desinflan.

Pero Rafael Lozano-Hemmer es de los pocos artistas que han usado la tecnología para realizar obras de arte que traten específicamente sobre violencia, y no sólo lo ha hecho con Metrónomos, sino con muchas otras, por ejemplo, con otra pieza de arte interactivo llamada Nivel de confianza (2015), que consta de una cámara de reconocimiento facial, equipada con los rostros de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa. Cuando el espectador se sitúa frente a la cámara, el sistema encuentra los rasgos faciales de los estudiantes más parecidos al espectador, y se muestra en forma de porcentaje qué tan acertada es la coincidencia. La pieza nunca encontrará una coincidencia exacta, pero es una forma de conmemorar la búsqueda incesante de los estudiantes.
Otro ejemplo es Voz alta (2008), memorial encargado por el 40 aniversario de la masacre de los estudiantes de Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968. En esta pieza, los espectadores hablan libremente en un megáfono colocado en la Plaza de las Tres Culturas, donde tuvo lugar la masacre. A medida que el megáfono amplifica la voz, un reflector de 10Kw emite luz de acuerdo al sonido de la voz: cuando hay sonido, hay luz, si la voz está en silencio, la luz se apaga, y mientras más fuerte sea la voz, más brillante será la luz.

Escogí Metrónomos, específicamente porque es una obra que no es blanda, no busca solamente generar disfrute, sino que busca sensibilizar, pero lo hace de manera muy sutil. Algunos de mis proyectos tienen que ver con la violencia y me llamó la atención la manera sutil pero potente en que el artista aborda este tema. Esta pieza es aspiracional para mí, es el tipo de obra que me gustaría lograr en un futuro.

El tema de la violencia es delicado, pues siempre se puede caer en el error de exponer y exotizar el sufrimiento del otro, como sucedió en el caso de Adriana Varejão, quien fue criticada en su conferencia por hablar del problema del racismo desde una posición privilegiada. También se podría caer en el error de ser demasiado literal, como creo que a veces es el caso de algunas piezas de Lorena Wolffer, quien, tal cual relata las historias de violencia sufridas por distintas mujeres, utilizando distintos objetos que se relacionan con estas historias, como lo hace en Evidencias (2010) o en su performance 14 de febrero (2008). Aunque sé que la narrativa biográfica es un recurso para
construir discursos basados en la empatía y que con ella se busca generar un cambio; hacer pública esta información podría provocar que las víctimas se sientan vulnerables o hacer creer al espectador que toda esta violencia también cumple la función de ser un espectáculo. El problema con este tipo de piezas, que pueden llegar a ser muy literales, es que a mucha gente ya no le provocan nada, pues esas mismas historias y esas mismas imágenes también las vemos en los medios de comunicación, y esto genera que nos volvamos insensibles a ellas. 


Metrónomos no cae en la literalidad, pues las sogas generan un movimiento muy sutil, pero la pieza no corre el peligro de no ser entendida, pues lo que se mueve son horcas, objetos que denotan violencia, y, además, cada horca tiene abajo la placa que nos aclara lo que representa cada vibración, por ejemplo: “Mujeres violadas, 1,027 por hora”.

La pieza se alimenta de datos duros, que pueden llegar a ser muy fríos y generar indiferencia, pero el artista los vuelve tangibles y sensibles, al convertirlos en vibraciones sutiles de horcas, que, al simular figuras casi antropomórficas, representan la pérdida de una vida humana en tiempo real, lo cual genera una sensación y una visión simbólica de qué tan frecuentemente suceden estos crímenes.

Otra característica que me gusta de la pieza es que todos los detalles están hechos con una intención. Como lo dice el propio artista, el que las horcas estén volteadas también tiene que ver con el objetivo de la pieza, que es disminuir estas cifras año con año.[1] Se voltean las horcas como se quieren voltear esas cifras, pues una horca volteada es una horca inofensiva, que ya no cumple la función de matar.

Por último, me parece un acierto que muchas de las obras de Rafael Lozano-Hemmer interactúan con el espectador o con el mundo exterior de alguna forma. En Metrónomos, la relación con el mundo se genera a través de los datos, del promedio anual de crímenes contra la humanidad, datos que varían cada año; y eso genera que las piezas estén más vivas, pues no sólo son objetos estáticos que te sientas a mirar, sino que son piezas que tú puedes modificar, pues puedes contribuir de alguna forma a que esas horcas se muevan menos, y así, el artista genera empatía entre el espectador y lo que sucede en el mundo, pero sin meterse demasiado con la intimidad de nadie.



[1] https://www.youtube.com/watch?v=1OYwM9xqIgM (Consultado el 5 de diciembre del 2019, a las 6 pm).

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lo efímero y lo contradictorio: Análisis de Yard de Allan Kaprow, 1961-2009

Análisis de la vandalización de la estatua de Francisco I. Madero hecha por Javier Marín

Ambivalencia