Hacer de la violencia un espectáculo

En el aire (2003) de Teresa Margolles es una instalación que se presentó en el Museo de Arte de Bregenz, en Austria; la cual consiste en una serie de máquinas que lanzan burbujas de jabón al aire, de manera que el salón se llena de ellas. Los espectadores al principio se asombran y se divierten con estas burbujas, las cuales se rompen al tocar sus cuerpos. Pero al leer la información sobre el proyecto, el o la espectadora se desencanta, pues se entera que el agua de las burbujas proviene de la morgue, y que fue previamente utilizada para limpiar cadáveres, pero la “buena noticia” es que se desinfectó para la instalación.

Según palabras de la artista, su intención al hacer esta pieza es recordarnos la diferencia entre un cuerpo con vida y uno sin ella, y provocar en el público la aversión y el terror hacia el asesinato, lo cual ya no se produce, pues la humanidad ya está acostumbrada a vivir con la muerte y el peligro en las calles.[1]

Es muy complicado tratar cuestiones de violencia sufrida por personas que no son una (o) misma (o) en una pieza artística, pues de alguna forma, se está haciendo uso de las heridas de otros para la producción de la pieza.

Al hablar sobre proyectos artísticos que tocan las heridas de otros, una profesora nos dijo: “Es muy importante que se hagan conscientes de qué es lo que están haciendo, ¿están abriendo más la herida y la están reproduciendo y propagando, o están ayudando a curarla?”

En el caso de En el aire, me parece que Margolles está cometiendo el error de abrir la herida y propagarla en lugar de cerrarla. ¿Por qué? En primer lugar, es invasivo y agresivo el hecho de que el agua de la morgue toque las pieles de los espectadores, quienes no la evitan, pues no saben de dónde proviene hasta que leen la información.

En segundo lugar, también es violento lo que hay detrás de esta pieza: agua con la que se lavaron cadáveres. Me parece que la artista no está siendo sensible ante el hecho de que, un cadáver no es sólo un cadáver, hay muchas personas que (y me incluyo), por su religión, creencias o incluso, por el cariño que le tienen a la persona muerta, realizan rituales que suponen esconder al cadáver en un ataúd y luego enterrarlo, o incinerarlo; pero estos rituales se consideran sagrados para muchas personas, y exponer a un cadáver es considerado innoble y ruin, tanto para el cadáver como para sus familiares o personas que lo puedan observar. Margolles parece insensible hacia esta otra realidad, y parece estar haciendo todo un espectáculo a partir de la muerte de otros.

Teresa Margolles es una artista muy famosa y su obra va de eso, de trabajar con materiales tradicionalmente considerados grotescos. Otro ejemplo, un poco más famoso es su pieza titulada ¿De qué otra cosa podríamos hablar?, llevada al pabellón de México en la Bienal de Venecia en el 2009; pieza para la cual utilizó sangre derramada en la guerra contra el narcotráfico en la frontera norte de México, la cual era usada para trapear el piso del palacio en el que se realizó la Bienal.  

Pero hay que recordar algo muy importante: el que una pieza artística sea famosa o esté de moda, no quiere decir que sea buena.

La bondad es un término ético que, para Platón, está íntimamente relacionado con la belleza. En el diálogo de Hipias, el filósofo da cinco definiciones de lo bello: lo conveniente, lo útil, lo que sirve para lo BUENO, lo que da placer a vista y oídos y la grata utilidad; pero aclara que no todo lo que nos gusta es bello de verdad, a veces sólo lo aparenta.[2]

Teresa Margolles nació en Culiacán, Sinaloa en 1963, lugar que se caracteriza por albergar a varios narcotraficantes y ser cuna del crimen organizado. Estudió arte en la Dirección de Fomento a la Cultura Regional del Estado de Sinaloa (DIFOCUR), en 1990 se diplomó en Medicina Forense en el Servicio Mexicano Forense y más tarde, en 1995, estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Ella relata que “primero era fotógrafa. Me llevó la fotografía y las artes visuales a entrar a la morgue y la única manera de entrar en la morgue era estudiando".[3]

En 1990 fue cofundadora del colectivo artístico Proyecto SEMEFO (siglas del Servicio Mexicano Forense), junto a Arturo Angulo Gallardo, Carlos López Orozco y Juan Luis García Zavaleta, aunque existieron otros miembros del colectivo, que fueron y vinieron a lo largo de la década que se mantuvo el proyecto; el cual se dedicó a la exploración de fluidos corporales, objetos utilizados en el proceso forense, las pertenencias de los cuerpos y los cuerpos mismos, como material esencial para hablar de la violencia social y la muerte en México. Este colectivo definió su trabajo como "una aproximación estética no tanto al tema de la muerte como al de los cadáveres en sus distintas fases, incluyendo sus implicaciones socioculturales".[4]

En cuanto a la instalación En el aire, las burbujas de jabón se relacionan con la infancia y con el juego; mientras que el agua de la morgue representa la muerte, la muerte violenta, porque, Margolles trabaja con muchos cuerpos de víctimas del narcotráfico. Se está contraponiendo, además de la vida y la muerte (como conceptos contradictorios que se unen), el juego y la violencia.

El peligro de esta relación es que se está banalizando la violencia, y el peligro de banalizar la violencia es el que puntualizó la filósofa Hannah Arendt, quien en su libro Eichmann en Jerusalén, se pronuncia en relación al juicio de Adolf Eichmann (1961), (soldado juzgado por genocidio contra el pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial). Eichmann declaraba haber actuado como actuó por el simple cumplimiento de órdenes de sus superiores, órdenes que cumplió sin reflexionar sobre sus consecuencias, pues no había un sentimiento en él de ‘bien’ o ‘mal’ respecto a sus actos.

Eichmann asesinó, no porque estuviera dotado de una inmensa crueldad, sino por ser un burócrata, un operario dentro de un sistema basado en actos de exterminio. A partir de este análisis, Arendt acuñó la expresión “banalidad del mal”, para expresar que algunos individuos actúan dentro de las reglas del sistema al que pertenecen sin reflexionar sobre sus acciones, pues sólo se preocupan por el cumplimiento de órdenes.[5]

Alguien me podría objetar que este ejemplo trata del Holocausto y que no es lo mismo que la guerra contra el narcotráfico, pero ambos son al final, genocidios. Alguien más me podría decir que el análisis de Hannah Arendt es acerca de una acción política, y que no tiene nada que ver con las “acciones artísticas”. Pero, como dice Slavoj Zizek (filósofo esloveno) en Arte e ideología en Hollywood: hay cosas (o en este caso, materiales) que deben permanecer ocultas, pues sino estaríamos viendo el mundo con ojos inhumanos.

Zizek, curiosamente, también habla del Holacausto, y dice que sería inhumano que se hubiera realizado un documental de los judíos que vivían en el campo de concentración, y que literalmente documentara el maltrato sistémico que sufrían y la forma en que se les privaba de toda dignidad, pues “habríamos visto demasiado, habríamos accedido al territorio vedado de lo que debería haber permanecido oculto. (Quizás las autoridades estadounidenses han encontrado esas imágenes y, por razones comprensibles, las mantienen ocultas)”.[6]

Y si analizáramos En el aire con los ojos del filósofo surcoreano Byung Chul Han, podríamos decir que es una pieza transparente y pornográfica, carente de profundidad hermenéutica, pues no hay nada más allá, ninguna interpretación o significado oculto, más que lo que te muestra el conjunto de las burbujas y el texto explicativo que las acompaña, no deja nada a la imaginación, no hay nada oculto.[7]

“Es obsceno el pornográfico poner el cuerpo y el alma ante la mirada”[8], o ante algún sentido, en este caso, ante el tacto. La pieza de Margolles no es bella, “pues lo bello no es ni la envoltura ni el objeto encubierto, sino el objeto en su velo. Desvelado se mostraría infinitamente insignificante”.[9] No es sublime, sino obsceno, el dispositivo que te impone tocar un material (agua de la morgue) tradicionalmente velado. 

Tristemente, muchos artistas siguen esta fórmula: apantallar con materiales, objetos  o situaciones escandalosas. Pero creo que después de apantallarnos, sí, porque nos apantalla, también tenemos la responsabilidad, como seres reflexivos que somos, de ver más allá y pensar, como artistas, cuál es nuestra intención detrás de la pieza en concreto, y como curadores o espectadores, pensar qué nos está queriendo decir la pieza y si es algo que vale la pena mostrar o no, elogiar o no, y por qué. 






[1] Cfr. Cultura Colectiva, “Margolles, la artista que utilizó cadáveres para retratar la carne muerta”, 22 de julio del 2016, recuperado de https://culturacolectiva.com/arte/teresa-margolles-cadaveres-para-retratar-carne-muerta (6 de junio del 2020, 4 pm).

[1] Kaprow, Allan, and Alejandro Galindo. Ensayo sin título y otros happenings. México, D.F: Tumbona Ediciones, 2013. p. 19.

[2] Cfr. “Platón y los problemas del arte”, 2019, recuperado de https://masdearte.com/especiales/platon-y-los-problemas-del-arte/, (7 de junio del 2020, 5:40 pm).
[3] Cfr. Murcia G., Vivian, “Teresa Margolles Sierra artista conceptual, fotógrafa, videógrafa”, 5 de noviembre del 2017,  recuperado de http://www.heroinas.net/2017/11/teresa-margolles-sierra-artista.html, (7 de junio del 2020, 6 pm).
[4] Murcia G., Vivian, “Teresa Margolles Sierra artista conceptual, fotógrafa, videógrafa”, 5 de noviembre del 2017,  recuperado de http://www.heroinas.net/2017/11/teresa-margolles-sierra-artista.html, (7 de junio del 2020, 6 pm).

[5] Cfr. “Hannah Arendt”, Stanford Encyclopedia of Philosophy, (January 11th, 2019), recuperado de https://plato.stanford.edu/entries/arendt/ (8 de junio del 2020).
[6] Zizek, Slavoj: Arte e ideología, Consorcio del Círculo de Bellas Artes, Madrid, España, 2008 p. 21.
[7] Cfr. Chul Han, Byung: La sociedad de la transparencia, Gabás, Raúl (trad.), Editorial Atamansha, p. 4.
[8] Cfr. Idem., p. 13.
[9] Cfr. Idem., p. 21.

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